la manivela

CICLOSTIL

 

Es cosa comprobada que los documentos oficiales pueden ser una fuente de humor y reflexión filosófica más allá del contenido normativo, o de las pretensiones del redactor.

No olvido las maravillosas ocurrencias con las que nos deleita, de cuando en vez, el Diario Oficial de la Unión Europea:

(http://www.boe.es/doue/2014/344/L00010-00013.pdf)

 o, más cerca de nosotros, el mismísimo BOPV: (https://www.euskadi.eus/y22-bopv/es/bopv2/datos/2004/07/0404032a.shtml)

El caso que traigo hoy a colación me provocó primero una carcajada, pero me dejó después una sensación de nostalgia un puntito política, por no decir amarga, incluso.

Se trata de un reciente informe (Pliego de Concreción de Hechos, en la jerga jurídico-administrativa) que ha llegado a mis manos en el seno de un expediente sancionador. El documento es confidencial, de manera que tendrá que conformarse quien me lea con referencias muy segmentarias del mismo, pero lo que quiero comentar no pone en riesgo mi deber de sigilo porque se trata de una cuestión puramente literaria.

El caso es que uno de los elementos principales de la cuestión litigiosa gira en torno a la existencia de pleitos en los que un número elevado de reclamantes se basan en hechos sustancialmente iguales y estas pretensiones similares se articulan mediante demandas masivas, tal y como viene ocurriendo últimamente en relación con determinadas clausulas bancarias, por ejemplo. 

Pues bien, el redactor, o redactora, de este documento trasluce bien a las claras un par de cosas. La primera, que es un jurista concienzudo y competente. El Pliego está bien fundamentado, dígase esto por delante. La segunda, que se trata de una persona joven. Desde luego, nacida en democracia… ¡Ay!

Vean, si no:

demandas colectivas23052017.jpg 2

 Observen que el autor denomina a este tipo de pleitos en masa “ciclos hostiles” … y no es una errata, ni una de esas manifestaciones esotéricas del corrector. La denominación de “ciclos hostiles” la repite más de cinco veces en diferentes párrafos.

Desde luego, todo pleito, siquiera sea de una manera rígidamente litúrgica, escenifica una lucha entre contrarios, entre hostiles. Y también es cierto que pleito va, pleito viene, la vida del abogado, como la de tantos profesionales, pasa sus rachas, temporadas, o ciclos. Unos mejores, otros peores y algunos francamente “hostiles”. Sin embargo, como pronto habrán comprendido, por lo menos los lectores de mi edad, el joven jurista autor del texto había oído campanas… pero no sabía bien dónde.

pelea abogados

 

A un documento producido “en masa” no se le puede confundir con un ciclo, pero se le podría bien aplicar, metafóricamente hablando, el apelativo de “documento-cyclostil”, que no es lo mismo.

De manera que, una vez constatada mi edad y por si fuera de interés para lectores jovenzuelos, voy a rememorar lo que era una “Cyclostil”

“Cyclostil” era la marca más común de un artilugio genéricamente denominado “multicopista”, antecedente de las fotocopiadoras las cuales, como es sabido, se usaban antes de las impresoras, que era lo que se utilizaba justo hasta que llegó el almacenamiento en “la nube” y la memoria “flash”. Es, por lo tanto, un aparato casi tan antediluviano como los tocadiscos.

MULTICOPISTA

 

En efecto, Cyclostil es el nombre con que bautizó David Gestetner su invento en el remoto 1881 y con cuya patente fundó su empresa en Londres. Empresa que, fusionada con la japonesa Ricoh, aún perdura.

 

El principio básico de funcionamiento de una multicopista consiste en grabar un cliché que a continuación se monta en un tambor entintado desde el que la tinta pasa al papel receptor que gira en otro tambor contiguo.

MULTICOPISTA ANTIGUA

La multicopista permite obtener copias de un documento original a través del cliché, que puede ser una hoja de un papel especial (en las multicopistas de alcohol, también llamadas hectográficas) una plantilla perforada en las multicopistas de matriz, o una placa metálica, de cartón, o de plástico, en las denominadas multicopistas “offset”.  

 

CAJA DE CLICHÉS

 

Por cierto, que ya metidos en prehistoria, el término “vietnamita” que a veces se utilizaba como sinónimo de multicopista mecánica no responde, en puridad, a este artefacto, aún a pesar de la sonoridad revolucionaria del nombre. La vietnamita en realidad era una sencilla copiadora de cajón ,compuesta por una base y un

vietnamita 

bastidor de madera al que se le adhería una tela de seda para el filtrado y tamizado de la tinta que se extendía por medio de un rodillo. Por la cara interior de la seda se sujetaba el cliché y bajo este, un folio en blanco para recibir la impresión, poniendo para ello el especial cuidado y paciencia inherentes a las culturas orientales.

 

La ventaja de la multicopista respecto de la fotocopiadora radicaba en su bajo coste unitario cuando la tirada era grande ya que el precio del cliché y de la tinta es inferior al del toner necesario para la misma tirada, así como el coste energético, notablemente menor al de una fotocopiadora.

La calidad de la impresión sin embargo es peor que la de las fotocopias ya que su resolución es más baja y siempre cabe la posibilidad de manchar el papel impreso. En realidad, seamos sinceros, su única ventaja real era la de haberse inventado antes.

Esto lo digo con cierta experiencia pues, en aquellos remotos tiempos de la hoy gratuitamente despreciada Transición, me tocó a mí también darle vueltas a la manivela de la Cyclostil y llenarme las manos de tinta, además de soportar las broncas de algún militante veterano por estropear más clichés de los debidos, cuando elaborábamos incendiarios y clandestinos panfletos antifranquistas y anti muchas otras cosas.

tirar panfletos

Y es que, aunque hoy nos pueda parecer increíble, hubo un tiempo en que la reproducción particular de documentos estaba, lisa y llanamente, prohibida, salvo documentos individuales para uso privado. Recuerdo que, para hacer fotocopias, fotocopias de las de antes, impresas en un papel fotográfico que salía de la máquina caliente, húmedo y acartonado y con aquel olor ácido tan característico (y agradable) había que acudir a una papelería o, en nuestro caso, a la máquina que se encontraba junto al “fotomatón” a la entrada de un salón de billares que había en el arranque de la calle General Concha, llamado pomposamente “Salón del Automático”.

pinball

Este salón tenía lo mejorcito en “pinballs” de la época o, como las llamaban entonces, “máquinas recreativas” y se accedía bajando unas escaleras que, en nuestra tierna y nacionalcatólica adolescencia, representaba fielmente el descenso a los infiernos, lleno de máquinas tentadoras… y del humo de miles de cigarrillos sueltos.

Añádanle la política y tendrán casi completo el dantesco escenario de la tentación.

Sólo faltaba el sexo.

                 

5 Responses to la manivela

  1. Pedro dice:

    ¡¡¡Estupendo Maestro,solo te a faltado el nombre de guerra más «popular»:LA CHURRERA «!!!
    Me ha gustado mucho¡¡¡¡
    Pedro

  2. Fernández García María Teresa dice:

    Genial!!!!!

  3. Txontxon dice:

    Gran lienzo de una época
    Dejas abierto el ciclo hostil para una continuación relativa a futuros usos del Salón del Automático? Lo digo por lo de sólo faltaba el sexo, ese local no se dedicó después al juego sin petacos pero con bolas?

  4. Hans Gay dice:

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  5. Amy Mendelman dice:

    Estas imprentas manuales fueron utilizadas durante la resistencia de los vietnamitas en la guerra contra Estados Unidos. Su tecnología es primitiva. Una fuente, o una caja de madera se rellena de gelatina, se tiñe de tinta con un rodillo y sobre ella se aplica una página maestra con un texto, un slogan o unos titulares. El texto queda impreso en la superficie de la fuente y entonces ya se pueden aplicar hojas en blanco para hacer las copias deseadas. Esta imprenta primitiva es la llamada vietnamita.

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