EL ESTATUTO Y LA LIBERTAD HOY EN EL PAÍS VASCO

Tengo la impresión de que estamos haciendo un abordaje excesivamente jurídico de las cuestiones planteadas en torno a lo que se denomina «Plan Ibarretxe».

Yo decía el otro día: «por favor, no hagáis la defensa que le corresponde al Abogado del Estado, ésa, que la haga él, nosotros hacemos otra», una defensa política del Estatuto. Da la impresión, (y con ésto estoy tomando postura a favor del Estatuto) de que no estamos defendiendo al Estatuto, sino parapetándonos detrás de él. Echo en falta que analicemos un discurso político y social que valore el Estado de Derecho vigente, cuáles son las perspectivas políticas que había, las que el Estatuto resolvió y las que puedan plantearse ahora. Se oyen muchos argumentos del tipo de «… si es que ésto no va a ir a ninguna parte …», «… es que ésto se lo va a cargar Europa…», «… es que ésto es ilegal…», «… es que nunca van a conseguir nada así…» Pero… ¿por qué no exploramos un poco más, al margen de lo que pueda ocurrir desde el punto de vista jurídico pues, evidentemente, muchas de las cosas que se plantean son ilegales. ¿Por qué no hablamos de que, además, no son buenas?.

En realidad, si lo piensan un poco, creo que los propios nacionalistas saben que tienen un flanco débil en este punto porque nunca explican cual es la Tierra Prometida a la que, al parecer, se va. Todo es discusión sobre procedimientos. Ésto es legal, ésto no es legal. Se podría hacer así o asá, en más tiempo en menos tiempo, con unos sistemas, con otros, con votaciones, con acuerdos…

Hay un cierto miedo a entrar en el fondo del asunto. Los pleitos suelen ganarse por el fondo del asunto y perderse por cuestiones de forma. No nos vaya a ocurrir a nosotros que perdamos este juicio, o esta oportunidad histórica, por enredarnos en cuestiones de forma. Al fin al cabo, si tenemos una manifestación clara de lo que es una subversión del orden jurídico establecido es la de la propia transición española con el Gobierno de Adolfo Suarez. Todos sabíamos que lo que se estaba haciendo era reventar el régimen jurídico vigente, sin embargo, debido al enorme impulso político que había detrás, a nadie se le ocurrió hacer un planteamiento juridicista de la cuestión. Por eso, precisamente, le hicimos duque.

Hay que hacer entonces un planteamiento más politológico que histórico, aunque habrá que hablar de lo que ha pasado, sobre todo desde el punto de vista político, pero evitando enredarnos en cuestiones jurídicas.

Es importante que entendamos lo siguiente: suponemos que los partidos políticos son, así lo dice la Constitución (art. 6), quienes expresan y construyen la voluntad popular. Es decir, un partido político genera planteamientos políticos, éso se entiende fácil, pero la política funciona de forma distinta que, por ejemplo, la economía. Trasladado a la economía eso seria tanto como suponer, sin más, que la simple oferta genera demanda (lo cual, por cierto, es, en cierto modo verdad, pero no toda la verdad, siempre hemos pensado que ocurre al revés). Pues en política también ocurre algo parecido. Los partidos políticos, una vez que están funcionando, articulan la opinión pública y expresan las necesidades, los sentires o los deseos de la población pero, si lo piensan un poco, verán que los partidos políticos surgen cuando en la sociedad, en la ciudadanía, hay algún conflicto, alguna necesidad en torno a la cual articular una respuesta política. ¿Cuándo surgen los partidos socialistas? después de la industrialización y el nacimiento del proletariado, sin ello no tendría ningún sentido un partido socialista teórico en sus planteamientos. Pensemos ahora: ¿Cuándo surge el nacionalismo, cómo evoluciona y a qué tipo de problemas políticos está intentando realmente dar respuesta?.

Voy a hacer este recorrido muy a uña de caballo porque no soy historiador. Son cosas que conviene recordar para no perderlas de vista, pero que pueden ustedes encontrarlas mejor desarrolladas en cualquier otro lugar.

Entonces,… Si a determinados problemas políticos ha ido respondiendo el nacionalismo con unos u otros planteamientos. ¿Qué es lo que está pasando ahora? ¿Que es lo que va a presentar Ibarretxe?, ¿Qué documentos se pueden hacer o no? ¿Cuál es el problema político? ¿Cuál es la ansiedad política que hay para que estas cosas ocurran?. Entonces podremos ver si los constitucionalistas podemos dar otras respuestas o decir, sencillamente, que no.

Digo que las propuestas entran en la agenda política por algo. ¿Qué hace entrar al nacionalismo? Si nos situamos en las guerras carlistas vemos que los postulados del pretendiente involucraron a la sociedad vasca en sus capas agrarias, rurales, más tradicionales, pero que no se puede decir lo mismo de la población de las ciudades. En cualquier caso estamos hablando de una población que en el siglo XVIII, primeros del XIX, cuenta con unas 300.000 personas. Esta población para finales del siglo XIX principios del XX se ha duplicado, son ya 600.000 y se llegará a las 900.000 personas a la altura de la Segunda República, en 1936.

Tras la abolición foral, tras las guerras carlistas, se produce un intenso fenómeno de industrialización, de urbanización y de inmigración. Grandes cohortes de inmigrantes provinentes fundamentalmente de las provincias limítrofes, de Burgos, de Galicia, de La Rioja, vienen a instalarse en el País Vasco y esta población, no tiene, ni la cultura ni la lengua ni todos estos elementos identitarios que pudiera tener aquella población originaria. Nos encontramos por tanto con que, cuando nace el nacionalismo en 1894, el País Vasco está convirtiéndose aceleradamente en una sociedad muy distinta a la que era. Una sociedad industrial, urbana, moderna en los parámetros de la época, con mayor acceso a la información, a la prensa, que asiste a una pérdida de poder de la iglesia católica y bastante más cosmopolita, sobre todo étnica y culturalmente. Si entonces (1894) y no después de la abolición foral (1839 ó 1876, según se mire) cuando surge el partido nacionalista, la pregunta que me hago es… ¿Por qué venimos dando por buena la afirmación de que el nacionalismo aparece como reacción ante la victoria liberal en las guerras carlistas y la abolición foral, entendida como agresión al País Vasco?. ¿A quién le podría importar en aquella época la pérdida de los fueros? No miremos las cosas con nuestros ojos, sino con los de los vascos y la forma de hacer política de entonces. Tras la abolición, cuando va a producirse esta industrialización… ¿quiénes son los agentes que llevan el debate político en Euskadi? Fundamentalmente van a ser eclesiásticos, terratenientes locales (jaunchos), burócratas de las distintas administraciones y una incipiente burguesía. Estos grupos compiten entre sí, pero no podemos hablar de grandes partidos ni de democracia de masas y entre estos grupos que compiten, unos ganan y otros pierden. Pierde, por ejemplo, la iglesia, pierden los jaunchos locales, ganan la incipiente burguesía y, sobre todo, los burócratas. Grupos sociales que solucionan sus problemas con un satisfactorio Concierto Económico desde 1878. De hecho desde 1878 hasta 1894 no tenemos un partido nacionalista, luego, si no surge, habrá que suponer que es por que no hay una demanda real, no hay un conflicto político motivado por la abolición foral que no haya sido resuelto satisfactoriamente por el sistema político.

Es decir, no parece que nos encontremos con un gran problema jurídico/político para los vascos como la unidad de la monarquía, tal como la llamada Primera Ley Abolitoria (1839) proclamaba. No parece que haya grandes cuestiones de sentimiento, de pérdida de libertad originaria (como ahora se nos quiere hacer ver) fundamentalmente porque se mantienen los privilegios económicos de los sujetos políticos relevantes (burocracia, burguesía, jauchos). No hay, entonces, un problema lingüístico, entre otras cosas porque estas élites políticas se manejaban en castellano, no como consecuencia de las guerras carlistas, sino desde tiempo de los Austrias (los fueros se escriben en castellano, las denominaciones oficiales son en castellano, las disposiciones publicas se escriben en castellano, las instituciones se denominan en castellano, etc.). No había, pues, con independencia del uso privado que se hiciera del euskera, un problema político/lingüístico al que dar respuesta a través del nacionalismo.

En el año 1886 lo que nace y se implanta en Vizcaya es el Partido Socialista Obrero Español. Es decir, nos encontramos ya en plena industrialización. Ya tenemos problemas sociales reales para los que nace una propuesta política de nuevo cuño propia de la sociedad moderna: El partido socialista. Nos encontramos con que ya se manifiesta una clase social nueva: el proletariado, que es pobre, que tiene problemas, que es irreligiosa, que es inmigrante y que se enfrenta con los fueristas, con la burguesía, con la iglesia y con los burócratas en cuanto que «enemigos de clase». Es muy recomendable el libro de Blasco Ibáñez titulado “El intruso”, refleja muy bien esta época , recreando la vida del doctor Areilza, de la supervivencia en la minas de Gallarta, los problemas de este proletariado incipiente y como los burócratas de la época, las élites formadas en la Universidad de Deusto, tienden a colaborar con el poder establecido. Serán estos burócratas, ligados a la Iglesia, los que vayan nutriendo el futuro Partido Nacionalista Vasco.

Decía que tras la abolición foral viene el Concierto. No hay problemas sociales que generen una respuesta política. Aparece el proletariado y no es sino un cierto tiempo después cuando aparece el nacionalismo. ¿Qué tendremos que pensar? ¿Frente a quién va a competir el nacionalismo? ¿Qué tipo de demanda política piensa satisfacer? En mi opinión, creo que el nacionalismo surge en el País Vasco como respuesta a la entrada en acción política del socialismo y de las clases proletarias en Vizcaya, y contra la modernización. ¿Por qué? Por lo que esta modernización tiene de cosmopolitismo cultural, étnico y de todo tipo. ¿Cómo puede ser que se intenten mantener las costumbres, hábitos, etnia, etc de una población de 300.000 personas cuando, merced a la inmigración, se duplica y pronto se triplica?. Ésa era la amenaza que veía el nacionalismo y sobre la que actúa, realizando un primer gran invento con el que elimina en poco tiempo del mapa político a todos los partidos arcaicos, tradicionalistas, que no dieron con la clave: ¿Cómo puede ser que una minoría imponga su modelo cultural, político y étnico?… A través de la creación de un «yo» colectivo como es el “Pueblo Vasco”.

El «Pueblo Vasco» entra en la agenda, como concepto político, con unos perfiles definidos. Éso es lo bueno cuando uno mismo es el autor de sus cuitas, que les da los perfiles que quiere y los que le dieron fueron: Tradicional, católico, étnicamente diferenciado y voluntariamente conservador. Éso es el pueblo vasco, ése es el modelo que el primer nacionalismo intenta mantener y que plantea como sujeto político.

Hemos visto que social y demográficamente los miembros «originarios» del Pueblo Vasco étnico estarían en minoría porque la población se ha multiplicado. Ahora bien, el nacionalismo ha conseguido agrupar, definir y defender los intereses de la población más tradicionalista poniendo énfasis en lo que llamaríamos una “paranoia de pérdida”. Paranoia porque no hay una pérdida real, como hemos visto antes, de la raza, de la lengua, de la cultura, del derecho, de las costumbres, y de todo lo que, aunque pertenezca sólo a unas personas concretas, para el nacionalismo se puede aplicar como «propio» de este pueblo. Lo cual nos lleva a ciertas conclusiones:

Primera, con independencia de toda posible evolución demográfica (por lo demás no deseada, Sabino Arana escribió aquella obrita “…de fuera vendrán”) el Pueblo Vasco «existe» en la historia y sus características son siempre las mismas. Las que suponemos que corresponden al núcleo demográfico original. El Pueblo Vasco se convierte en una «realidad política», platónica.

Segunda, y ésta es la novedad, todo ese planteamiento etnicista, mas o menos imaginario, se ha de plasmar en unos objetivos políticos. Hace falta una acción política para llevar adelante estos planteamientos, para entrar en la agenda política. Es decir, ¿cómo se materializa ese planteamiento etnicista, cultural y sociológico? ¿Cómo alcanza un estado de poder político?. Se abren aquí, según mi opinión, dos caminos: uno, mediante la obtención reconocimiento de la singularidad y el desarrollo de lo que llamaríamos «políticas de recuperación». ¿Que había poca población que hablaba euskera?… Pues se promueve el euskera. ¿Que el Concierto no se había desarrollado?… Pues se desarrolla, etc. Todas estas políticas encajan en el concepto de Autonomía, claro que, para que ésto ocurra, es necesario que los sujetos políticos entiendan que ello es posible. ¿Quién es el adversario que pueda hacer que sea imposible?… Pues las autoridades del estado, las autoridades de España, las autoridades de «Madrid». Si las autoridades de Madrid no nos dejan… ¡el desarrollo es imposible!

Si las autoridades del estado no me permiten desarrollar mi concepto nacional (algo que, a la larga, siempre ocurrirá) entonces lo que tengo que hacer es crear un estado. Un estado donde sí pueda desarrollarme como «Pueblo». De este modo, en el caso de que se entienda que no es posible la vía autonómica se llega al planteamiento estatista, de estado homogéneo, nacional y nacionalista.

A lo largo del sigo XX el nacionalismo optó por la primera vía, por ir adquiriendo unas mejores posiciones, por obtener mayores cotas de respeto a sus planteamientos o de poder político para poder llevar a cabo sus desarrollos, compitiendo en la arena política vasca con los tradicionalistas (porque eran españolistas) con los conservadores, por lo mismo, con los liberales, también, con los republicanos, porque además eran laicos y progresistas, así como con los socialistas y los comunistas, lo que sitúa al nacionalismo en una especie de centro absoluto. No tiene decantación política en ninguno de los ejes, izquierda ni derecha, ni en los problemas políticos que había en la época, ni en unas cuestiones ni en otras. Era, sencillamente,… “lo de aquí”.

En los años 30 del siglo XX, aunque con una hegemonía limitada, el partido nacionalista ya era la primera fuerza en Vizcaya y en las especialísimas circunstancias de la II República, se consigue un Estatuto de Autonomía que, aunque no acaba saliendo lo que en Estella planteaba originariamente el nacionalismo más arcaico, llega a poner en marcha una primera experiencia de autogobierno. El mapa político es, en efecto, muy irregular. Álava y Navarra, así como parte de los partidos de Vizcaya y Guipúzcoa cuando estalla la guerra civil no colaboran ni participan en el proyecto de Estatuto, sino a favor de la rebelión, por lo que el primer Estatuto nace muy limitado.

La guerra rompe todas las posibilidades de autogobierno y de democracia misma y en la postguerra nos encontramos con la sensación de que ya nada es posible. Recordemos aquello que decía… “se puede ir a una vía estatutista… ¡si es posible”!. Ya no es posible. No hay autonomía, ni hay libertad. No hay nada en absoluto, ningún planteamiento político de tipo nacionalista tiene cabida.

Durante el franquismo se produce, además, un segundo fenómeno migratorio de gran intensidad. Más urbanización, más industrialización, más población inmigrante. En la época de la transición, en el año 1980, el País vasco alcanza los 2.100.000 habitantes. Fíjense, partiendo de aquellos 300.000 originarios. Esta población inmigrante tiene, evidentemente, muy poco interés por los elementos identitarios, pero es que, además, no hay ningún tipo de autonomía durante todo el régimen de Franco.

Y, tercera cuestión. Se producen en este período fenómenos intensos de represión cultural y política sobre todas las libertades, pero aquí, especialmente, sobre lo que podríamos denominar las «libertades vascas». Por tanto, la opinión que empieza a cuajar en el nacionalismo es la de que no es posible la solución autonómica y ni siquiera es posible la lucha política. De hecho, en el seno del nacionalismo, surge ETA. La acción de ETA, unida a la represión por parte de los aparatos del estado, provocará entonces (estoy hablando a finales del franquismo antes de la transición) una ruptura estratégica del nacionalismo entre el nacionalismo moderado, representado por el PNV, y, por otra parte, ETA. Todo ésto está muy bien explicado en el recomendable libro de Mario Onaindia “El precio de la libertad”.

Nos encontramos, pues, con dos opciones en el bloque nacionalista, no una sola. Una la de ETA, que opta claramente por el estado vasco y que es una opción independentista y violenta. Y otra, la del PNV, que en la transición renueva la opción estratégica de la República y dice «si hay libertad… se va a al Estatuto».

¿Qué ha ocurrido?. El PNV que entra, gozosamente, al Estatuto se encuentra con que se ha producido un cambio importantísimo de la realidad demográfica, social, identitaria y política vasca. En el año 1985 sólo aproximadamente un 15% de la población vive del sector primario, de la agricultura y de la pesca. El modelo étnico que el PNV tenía en la cartera no está en la realidad. La población euskaldun no supera el 25%. La homogeneidad política es baja, en términos territoriales, como ya lo era antes entre Alava, Guipúzcoa y Vizcaya. El propio nacionalismo se ha quebrado entre la izquierda abertzale (que comprende, a su vez, dos partidos: Euskadiko ezkerra, que tiene un planteamiento más de izquierdas, y Herri Batasuna con un planteamiento más radicalmente nacionalista) y el PNV que, por su parte, se divide en dos: PNV y EA.

Si la identidad vasca pierde consistencia real… ¿Cuál es problema político al que el nacionalismo va a dar respuesta a partir de ahora?. Entonces es cuando el nacionalismo hace, en mi opinión, su segundo gran invento (el primero fue el “pueblo vasco”)… es la “espiritualización de la identidad” hasta confundirla con el mero deseo. Ya no hace falta que tenga usted determinadas características étnicas, lingüísticas, culturales, vivenciales, históricas, ni de ninguna otra especie. Tiene identidad vasca aquél que quiere tener identidad vasca. Es la identidad por elección. Es la identidad que se confunde con la mera identificación. Es por entonces cuando se empieza a preguntar: ¿usted que se siente?… ¿más español que vasco? ¿más vasco que español? ¿sólo vasco? ¿sólo español?. Entonces, aquéllos que se sienten fundamentalmente vascos, con independencia de cualquier elemento material humano, biológico histórico, son el nuevo Pueblo Vasco. Es un pueblo al que se pertenece por elección.

Este movimiento es inteligentísimo. En el momento en el que sus postulados políticos estarían llamados a ser minoritarios (porque iban a consistir en la defensa de los intereses de un sector minoritario de la población) lo que consiguen es ampliar las posibilidades electorales hasta prácticamente el 100% de la misma. Todo el mundo puede considerarse «solo vasco», o «muy preferiblemente vasco», y bastaría con esa declaración para entrar a formar parte de esta nueva identidad, de esta nueva «tribu» de privilegiados (Concierto, etc.) eternamente victimizados por «Madrid».

¿Qué más permite esto?… se llega a una «política apolítica». Si se fijan ustedes, el nacionalismo vasco puede hacer pactos con cualquier otra fuerza. ¿por qué? Porque no tiene ningún problema. Si abstraemos el objetivo de ocupar el poder político, con quién y con qué programa lo haga es lo de menos. Es una fuerza política que puede hacer planteamientos de izquierdas, de derechas, en cualquier eje, ecologistas, feministas, progresistas, o todo lo contrario, muy conservadores… éso es lo de menos, da igual. El objetivo es la ocupación misma del poder político por un partido que representa a «todo un pueblo».

Una segunda consecuencia. Establecida una identidad puramente espiritual, voluntaria, la discrepancia política… ¿en qué se convierte? Si la definición política se convierte en identidad, la discrepancia política se convierte en “desidentidad”, en apostasía. Si usted puede ser vasco (basta con que lo quiera) y no quiere… ¡es usted un contumaz!. No es que usted pueda tener distintas opiniones dentro de la misma ciudadanía, éso sería simple ciudadanía, pero estamos hablando de… «algo más». Es que usted puede, si quiere, tener identidad vasca… ¡no sea burro, téngala!. Y si usted se sigue resistiendo y se resiste, además, al desarrollo de la misma tal y como lo he visto y lo deseo… ¡empieza a ser usted el problema!. Porque, ahora que estamos en un Estado Democrático y Autónomo de Derecho, el problema ya no son únicamente las autoridades «de Madrid». La construcción de la nación vasca cultural, sociológica, etc., no sólo no es impedida por la represión de Madrid (dado que todas las políticas de recuperación por medio de la autonomía se han llevado hasta su saciedad). Si la identidad vasca no crece es porque hay gentes que están aquí y que no quieren aceptarla. Y es ahí donde empezamos a tener, creo yo, serios problemas de convivencia.

De esto se dan cuenta ETA, primero, y el PNV, después. Veamos algunos datos. El 15 de junio del 77 son las primeras Elecciones Generales. En el año 1977 ETA asesina a «solo» 12 personas. En el 78, en enero, se pone en marcha el régimen preautonómico. La Asamblea de Parlamentarios inicia los trabajos de elaboración del Estatuto en noviembre y el 29 se produce el envío, en avión, del Proyecto de Estatuto recién aprobado a Madrid y el 6 de diciembre tenemos la aprobación de la Constitución Española. Pues bien, en el 78 ETA asesina a 69 personas. No hay más represión, sino todo lo contrario, y sin embargo la actividad de ETA va creciendo. En año 1979 tenemos Elecciones Generales, luego se forma el Consejo General Vasco y finalmente, el 25 de octubre, se aprueba el Estatuto de Autonomía. ETA, en este año, asesina a 84 personas, y en 1980, cuando comienza a desarrollarse la autonomía vasca, ETA comete 100 asesinatos.

ETA se da cuenta enseguida de que el problema no es la tan conocida “bota de Madrid”. El problema es la discrepancia, convertida en “apostasia”, de ciudadanos vascos que de alguna forma (a juicio de ETA) hay que eliminar. El nacionalismo vasco moderado no opta, afortunadamente, por la eliminación de los discrepantes.

Toda la época de Autonomía, desde los años ochenta hasta aquí, la posición del nacionalismo ha sido, en un primer término, la de conseguir más adeptos, la de crecer electoralmente a través de la explotación de las ventajas de pertenecer al grupo. Para ello ha dispuesto de EITB y de todos los medios de comunicación que han jugado a favor. Recientemente el Lehendakari se mostraba satisfecho, no es para menos, de que seamos la primera comunidad en renta familiar disponible y una serie cosas de éstas que tanto nos enorgullecen, lo que, creo, debería convertirse en el primer argumento para evitar alteraciones de un “statu quo” aparentemente tan satisfactorio.

Lo primero que se intenta es convencer a todos los que están en el grupo de las grandes ventajas del mismo para, en segundo lugar, magnificar o falsear los riesgos de un hipotético enemigo exterior… «se ataca al euskera, se ataca todo lo vasco, el Estatuto que es una ley orgánica no se cumple», etcétera.

Primero, para reforzar la identidad, las ventajas de ser de los míos y las desventajas de ser de los demás, pero, además de buscar la adhesión, lo que ETA pone pronto en marcha y el PNV después, son los, afortunadamente distintos, mecanismos a la búsqueda del desistimiento del discrepante.

¿Qué el desistimiento? Desistimos de algo cuando llegamos a la convicción de que el mañana, sea lo que sea, va a ser mejor que lo el hoy. Entonces, pues… ¡que sea lo que Dios quiera!. Para que ésto ocurra es necesario que el hoy, la realidad, sea horrible. Si la realidad es horrible, todos acabaremos diciéndole al conductor… «tira para donde sea, pero sácanos de aquí». Y ETA, que lo sabe, por éso mantiene el terrorismo. El terrorismo no se mantiene para luchar contra ninguna fuerza opresora, ejército invasor, ni contra nada semejante. El terrorismo sólo se mantiene para que la población ciudadana vasca (que no identitaria vasca) para que la ciudadanía vasca no nacionalista, desista, se rinda y opte por un «camino para la paz». El que sea, pero que conduzca a la paz. Es decir, al cese de la amenaza terrorista. Éste es el planteamiento de ETA y lo triste del asunto, es que es un planteamiento que coincide objetivamente con los postulados actuales del nacionalismo vasco moderado.

Éste es el problema político. ¿Por qué ocurren las cosas que ocurren?… Por algo. El problema político por el que el nacionalismo está haciendo los planteamientos que hace, no es que el estatuto no se cumpla, ni la autodeterminación, ni nada. Es para buscar el desistimiento de la ciudadanía vasca no nacionalista.

Hoy me ha llegado este papelito de Elkarri titulado: “¿desistir o insistir?”, que dice así: “una sociedad que sufre la violencia y el desencuentro necesita diálogo y acuerdo para convivir y compartir para la búsqueda de la paz”. No veo ningún violento entre ustedes, no creo que sea la sociedad la que tiene problemas de violencia. ¿Como? “una mesa de dialogo multipartito”, pero… ¿es que hay violencia entre los partidos? aquí no hay bofetadas en el parlamento como entre los italianos o los coreanos, aquí no hay violencia “multipartita”… pero añade, “para el consenso sobre el marco de convivencia”. ¡Acabáramos! El marco de convivencia es lo que hay que modificar para llegar a la paz. Y ¿por qué damos ese salto?, porque si consiguen desesperarnos, estaremos dispuestos a todo. Porque pensaremos que el mañana, sea cual sea, será mejor que el hoy. Ésta es la estrategia del desistimiento. Que no digo que sea querida, pero que resulta objetivamente coincidente entre el nacionalismo moderado y ETA. Los dos frentes del nacionalismo coinciden en que ya no va a crecer el número de nacionalistas voluntarios, lo que es necesario es que los demás desistan, se rindan, abandonen. El drama es que la única forma de que abandonen es mantener el indeseado doble acicate de la amenaza y la necesidad de la paz, como bien explicó en su día Xavier Arzallus a los poli-milis en trance de abandonar la lucha armada… «el árbol y las nueces».

El PSOE y el PP como representantes del sector constitucionalista, o no nacionalista, no pueden establecer en el País Vasco una estrategia distinta de la del resto de España sencillamente, porque son partidos estatales. No tendría sentido que una parte del cuerpo tuviera una estrategia propia. Como ésto no puede ser así, no tiene sentido pedir, en este momento, a los secretarios generales de los partidos que lleven a cabo aquí una política distinta de la férreamente competitiva que van a ordenar sus direcciones federales.

Lo que es absolutamente necesario es que el PP y el PSOE consideren que el País Vasco tiene, además del terrorismo, un problema muy grave de pérdida de libertad, de pérdida de igualdad y de cruel falta de solidaridad con las víctimas, y que ese problema, que es un Problema de Estado, tiene que pactarse desde el estado para apartar esta cuestión política del debate general por que, si no, no va a tener solución.

También conviene evitar errores elementales. Evitar, por un lado, una sobrerreacción que incomode todavía más y genere más crispación, la sufran los nacionalistas o los no nacionalistas, porque cuanto más caliente esté la olla, peor. Y, por otro lado, no caer en la pazguata tentación del diálogo por el diálogo para buscar la paz. Si no hay una mínima firmeza, el mensaje que estaremos enviando es el de que el terrorismo funciona.

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